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Lo que la prensa nacional dijo del legionario Francisco Franco de 1921 a 1925

Francisco Torres García. Historiador. Catedrático de Secundaria.

Situándonos en el tiempo, cabría preguntarse sobre la imagen que los medios de comunicación, fundamentalmente la prensa, transmitieron a los españoles de los años veinte sobre Francisco Franco. Lo hicieron con una notoria unanimidad, con clara ausencia de negatividad, y eso que entre los cronistas de guerra en 1921 figuraba el dirigente socialista Indalecio Prieto, quien no regateó en sus escritos elogios al Tercio.
En la primavera de 1936, en no pocas pantallas españolas, se exhibía una película francesa, quizás la mejor de Julien Duvivier, que se abría con una dedicatoria al general Franco, La bandera.
En la segunda mitad de los años veinte se llegó a editar un coleccionable de fascículos breves sobre la campaña de Marruecos, uno de los números llevaba en su portada la fotografía de Francisco Franco y a él se hacían no pocas referencias en la serie. Incluso en publicaciones como Páginas Escolares, en noviembre de 1925, aparecía la foto del coronel Francisco Franco como uno de los «españoles de Axdir», en referencia a las últimas operaciones de la guerra, junto con los otros dos protagonistas de la campaña: los generales Miguel Primo de Rivera y Leopoldo Saro Marín.
Entre 1921 y 1925 la prensa militar y la prensa diaria, bien de tipo nacional, bien de tipo regional, una y otra vez, hablaron del comandante de la 1ª Bandera y, tras asumir el mando en 1923, del Jefe del Tercio. Es fácil percibir en la información un in crescendo en la cadencia con la que los españoles conocieron la presencia de Franco al frente de operaciones y columnas en las noticias sobre la guerra. En 1922 ya era un militar famoso gracias a las crónicas de unos incipientes corresponsales de guerra.
Es imposible, en el corto espacio de un artículo, tratar de resumir lo que dijeron de aquel soldado mientras estuvo en el Tercio, siendo evidente, en medios periodísticos, la progresiva simbiosis entre Franco y La Legión a partir de la campaña de la reconquista tras el desastre de Annual. Dejemos a un lado en nuestro análisis el hecho, nada desdeñable por otra parte, de que Franco participará en la fundación de la Revista de Tropas Coloniales. Propagadora de Estudios Hispano-Africanos –más tarde con la cabecera de África–, siendo su director desde diciembre de 1924; en ella firmará 29 artículos, quizás alguno más sin su nombre. Entre ellos se encuentran las páginas de su Diario de Alhucemas. Prácticamente, de forma consciente, vamos a prescindir en nuestro artículo de las referencias insertas en periódicos como La  Correspondencia Militar por su propia naturaleza, por su nicho de lectores y por su línea editorial. Vamos a centrarnos en este trabajo en el resto de la prensa.
El hecho incuestionable es que Franco se convirtió en un «héroe» en las páginas de gran parte de la prensa e incluso, como testimonia Juan Ferragut (pseudónimo del escritor Julián Fernández Piñero), fue la inspiración para sus popularísimas Memorias de un legionario, que se cerraron con un capítulo dedicado a una acción real en la que participa Franco como personaje, que no se incluyó en la recapitulación para su publicación de los artículos en forma de libro (con varias decenas de miles de ejemplares vendidos). Y hubo poesías y novelas dedicadas al jefe legionario. El propio Ferragut, en una entrevista realizada en 1923 para la revista Nuevo Mundo, lo presentará como «el héroe de la campaña marroquí». Si evidentemente era una exageración, lo cierto, como veremos, es que el calificativo de héroe fue recurrente al referirse a Franco en las publicaciones analizadas.
Como comandante de la 1ª Bandera se transformó en el héroe y en el mito del Tercio, algo que también se percibe en las crónicas periodísticas. Valga como muestra de lo dicho este artículo publicado en La libertad (13-9-1921), que vamos a extractar, sobre el combate en el zoco del Had de Benisicar en los difíciles días de Casabona:
«La figura del comandante Franco, del Tercio de Extranjeros, se está agrandando de tal forma, que es una de las que más interesan de la campaña.
Siempre sereno, sonriente, aparece sobre sus soldados en el puesto avanzado de mayor peligro.
De Franco se dice que, cuando él mismo de orden de “¡Pie a tierra!”, nunca desciende él del caballo, como si su figura fuese a ser respetada por las balas.
Su valor, rayano en temeridad, no tiene ninguna jactancia. Quizá él mismo ignora que lo tiene. Y si sabe de su valor procura siempre callarlo, como si fuera uno de sus defectos. Tanto es así, que lo peor que se le puede hacer a este comandante de figura de niño, que juega a la guerra como un caballero enamorado de la muerte, es hablarle de sus arrogancias ante el enemigo.
Estas mismas líneas que justamente le dedicamos hoy, porque todos sus soldados y toda Melilla lo ha mirado como a un héroe, sabemos que han de molestarle.
Pero si sufrimos mucho el enojo de los hombres por haberles censurado ¿no vale más sufrirlo por haberlo elogiado?
Franco tiene ahora 28 años […] No es hombre que se haya familiarizado con el fuego por no haber sentido sus efectos. Sabe también lo que es caer en el campo de batalla. Lo que sucede es que es militar por temperamento y devoción, hombre nacido para la guerra, capaz dentro de su carrera de todos los sacrificios.
Cuando se formó el Tercio, fue el primero en solicitar su ingreso, y tiene puestas todas sus ilusiones dentro de esta aguerrida tropa.
Sus soldados le adoran.
En la acción que relatamos, serenamente dio con su ejemplo personal el necesario vigor al ataque del Tercio, hasta el punto que más de una vez sobrepasó la primera línea en su caballo, mandando desde este punto peligrosísimo con una serenidad pasmosa.
Él fue también el que, al mando de sus soldados, desalojó los camiones blindados tumbados desde el otro día en la carretera de Casabona y verdadero fortín de los moros, que al amparo del blindaje tiraban sobre nuestros soldados impunemente.
Vencido el ataque, los legionarios volvieron la vista a su comandante y no pudieron menos de gritar:
-¡Viva nuestro comandante!
Mientras una ovación cerrada de todas las fuerzas llegaba a oírse en el zoco»

También por los cronistas de la campaña, aunque no quede registro en su Hoja de servicios, sabemos que fue herido de levedad en dos ocasiones: tras el combate «trajo una herida de gumía en la espalda, leve por fortuna, y que en el colmo de la modestia negó él, aunque a nosotros nos consta que se la está curando su ordenanza».

Los relatos se suceden en la prensa, desde El Telegrama del Rif a El Imparcial pasando por La Vanguardia por citar algunos, ya que lo que hacen muchos periódicos de provincias es replicar la información. Reflejemos, por ejemplo, la crónica del combate en Dar Bono (El Imparcial, 18-9-1921) donde se le retrata como el «alma de la Legión»:

«El tiroteo no cesa. Las baterías hacen fuego contra los barrancos por donde acomete o huye la morisma Y conforme avanzan las tropas, crece la línea de fuego jarqueña. Hay un instante en que abarca desde las proximidades de Tizza hasta las cercanías del zoco. Regulares y terciarios dan fieras embestidas y alejan a los moros por unos instantes; pero al poco vuelven, más osados, más impetuosos.
Desde una casucha, de bajas paredes parduscas, tirotean sin descanso a la bandera del Tercio. El comandante Franco –un héroe, alma de la Legión– corre hacia ella al frente de algunos hombres. Avanzan sin disparar un tiro, entran sin hacer fuego, y ya no se oye nada. La ansiedad es enorme: ¿qué ocurre? Han muerto los dieciocho ruafa que allí se guarecían. Franco se salvó por azar increíble; pues yendo a la cabeza, franqueando el primero la entrada, no poseía otra arma que sus puños. Un rifeño hercúleo le asestó recio golpe de gumía que el comandante pudo parar con el brazo, donde le abrió una herida de seis centímetros de extensión por dos y medio de profundidad. El moro no pudo secundar el golpe: Franco le echó las manos al cuello y le ahogó. Los otros, acribillados a bayonetazos, quedáronse allí para siempre»

En muchas ocasiones las noticias son meras referencias al ejercicio del mando en sus operaciones: «Las fuerzas acampadas en Nador nos contaron que los del Tercio, dirigidos por el comandante Franco, habían realizado una marcha por el camino de Zeluán, “razziando” los aduares que hallaron a su paso. Los moros no opusieron resistencia digna de mención y huyeron hacia Beni-bu-Ifrur y Segangan» (El Imparcial, 22-9-1921). La toma del mando tras ser herido Millán (El Cantábrico, 21-9-1921);y que este, más allá de los «calurosos elogios», habló de la «confianza» que le ofrecía para ejercer el liderazgo del Tercio (El Progreso, 5-10-1921). La felicitación del general Berenguer a Sanjurjo y a él por sus acciones (Las Provincias, 23-9-1921 ). O, como informaba La Vanguardia (2-12-1921), mostrando que el enemigo quería abatirle:
«El primero en llegar a Tauriat-Háined fue el comandante Franco, que entró seguido de las fuerzas del Tercio. El comandante Franco fue vivamente tiroteado por los “pacos”, que se escondían en las barrancadas próximas»
El 7 de octubre de 1921 La Vanguardia se hace eco, una vez más, de su posición en la retirada de Ulad-Dau –la retirada tras una operación es una de las maniobras más difíciles en aquella guerra–, ya que «el comandante Franco, jefe accidental del Tercio, conferencia con Sanjurjo para organizar la retirada y la protección artillera de la misma». No son extrañas las referencias a las felicitaciones que le hace el mando, como la efectuada por el general Sanjurjo tras revistar a las dos banderas del Tercio que a las órdenes de Franco guarnecían Segangán: «Tanto el general Sanjurjo como Burguete felicitaron al comandante Franco y a los oficiales, así como también a las tropas» (La Vanguardia, 3-1-1922).
La proyección de Franco queda puesta de manifiesto cuando, en una breve estancia en la península, en un paréntesis bélico, en marzo, está en Madrid, donde, como testimonia la prensa, la gente le reconoce por la calle. Visita en esa ocasión el diario ABC y el periodista Gregorio Corrochano escribe un artículo sobre el que designa como «El As de la Legión», indicando lo que este militar está ya representando:
«¡Qué figura tan evocadora la de Franco! Es el desastre, es la reconquista, es el espíritu militar del Ejército. Gracias a Franco, Millán Astray pudo reposar tranquilo en la cama del hospital, después del combate de Nador. Luchaba Franco en el Tercio. Es la representación más exacta del jefe que tiene el valor militar más puro. Sereno, reflexivo, atento a la acción, resuelve el problema militar, eliminando el riesgo, mejor dicho, aceptándole como un factor indispensable, pero sin preocuparse demasiado de él; ponderándole para que no sea una sorpresa ni una pesadilla que influya demasiado en el resultado. Relatar sus hechos de armas es imposible en una impresión a vuela pluma. Como dato que ponga el lector en condiciones acerca de la labor de Franco, diremos que en menos de un año lleva próximamente cincuenta combates; que empezó el 18 de abril del año pasado en las operaciones de Gomara, hizo luego las de Xauen, pasó a las de Beni-Arós, luego a Larache y en julio a Melilla, y desde entonces hasta ayer, que le encontramos en la calle de Alcalá, no ha descansado un día»

La conversión de Franco en un mito legionario se hace presente en la prensa. Quizás sea muy representativo un artículo publicado en El Debate, que reprodujeron otros medios como El Telegrama del Rif (22-3-1922); interesante, porque, además, demuestra que el uso del apelativo de «franquito» no era, ni mucho menos, despreciativo como algunos autores han llegado a afirmar:
«Militar de vocación y de entusiasmo, el comandante Franco es uno de los puntales de la Legión. Unido por estrechos lazos de amistad y compañerismo al gran Millán Astray, ha sido uno de los más valiosos auxiliares del heroico teniente coronel en la organización de su admirable y eficaz “ejército”.
Bravísimo y de una inalterable y pasmosa serenidad en el combate al que va siempre, como a una visita de cumplido o a una excursión aristocrática, muy enguantado, con sus típicos guantes de cazador y su fusta, también característica, es además, y sobre todo ello un hombre muy inteligente, talentudo, de seguro y claro discurso, al modo de los grandes militares históricos, que, como se dice ahora adoptando la jerga de las academias militares, se sabe muy bien la papeleta, y a la par que obra su corazón arrojado, manda ecuánimamente su cabeza.
Los legionarios, tropa de bravera difícil y exigente para la admiración de la valentía, han hecho del comandante Franco uno de sus ídolos. En sus conversaciones íntimas hablan siempre de él con gran cariño y el comandante que es popularmente “Franquito” para todo el Ejército y singularmente para la columna Sanjurjo, es para aquellos un poco paternalmente “el Chaval”, apelativo familiar que está oliendo a Puerta del Sol, y que acaso no nos equivoquemos suponiéndolo arranque admirativo y cariñoso de cierto periodista de la pequeña plaza del Mena, ahora sargento primero de la milicia de Millán Astray por méritos de guerra. Véngale de quien venga el cariñoso remoquete, el caso es que todos los legionarios le llaman así y que “el Chaval” tiene la virtud de enardecerlos y de llevarlos por donde quiere y como quiere. Un chaval guiando una manda de leones.
Atentos a su figura enérgica, que se recorta a caballo en primera línea ante de empezar el fregado, en ese momento solemne en que los adversarios se miden quietos hasta que suena el primer “paco”, los legionarios se sienten dominados por la serena seguridad de aquel muchacho.
¿Qué hay comandante? –Suele entonces preguntarle algún otro militar o periodista que llegan hasta allí.
–¡Nada! –responde con voz y sonrisa infantil el león de la Legión–  ¡Todavía nada! No quieren presentarse.
Al no verlo allí rodeado de aquel aparato guerrero, dijérase un muchacho de gran familia apostado allí para correr liebres. Pero qué transfiguración tan repentina luego, cuando con sabia táctica tiene cerca el enemigo y juzgando llegado el momento, erguido sobre los estribos e impacientes las espuelas, enardece a sus hombres, gritándose con su voz atenazada:
–¡A por ellos!
¡Y lanzándose al asalto, seguido de la Legión arrolladora!
Ante militares tan beneméritos como el comandante “Franquito”, resalta más la injusticia que viene cometiéndose al tener sin premio, no sabemos en nombre de qué conveniencias, tanta acción heroica, tanta conducta meritoria»

Franco fue para los cronistas la imagen inversa a los gestores de la derrota de Annual y del abandono de los defensores de Monte Arruit; lo mismo, de forma colectiva, sucedió con los legionarios dentro de una ola de patriotismo que invadió a una parte significativa de la sociedad española. En ese devenir la crisis que supuso la salida, primero, de Millán-Astray del Tercio y después de Franco, al no ser este ascendido para asumir el mando, se vio reflejada en los medios, con notorios apoyos para su continuidad al frente de las Banderas. Así, la prensa registra el interesante e ignorado telegrama de apoyo de Franco a Millán en su lucha contra las Comisiones Informativas herederas de las Juntas:
«Oficiales de estas banderas te acompañan todos momentos identificados. Oficiales Artillería pertenecientes unidades expedicionarias distintas regiones en columnas de operaciones piden disolución de sus Comisiones informativas en día de hoy.- Firmado. Franco»
El enfrentamiento abierto con las «Juntas» llevará no pocos rumores a la prensa. Así, por ejemplo, La Vanguardia (9-11-1922), se hará eco de la crisis y de la clara posición de Franco al lado de Millán Astray:
«En lo que no queda duda alguna es en que se han profundizado aún más las diferencias entre la oficialidad del Tercio y una gran parte del Arma de Infantería.
Las Juntas no han dejado de actuar. Calladamente se han ocupado de la organización del Tercio, y parece que han hallado la manera de cambiarla, teniendo éxito en, el procedimiento, según parece. ¿Obedece a sus indicaciones el nuevo procedimiento para nombrar los oficiales del aguerrido cuerpo?
Como es sabido, el teniente coronel Millán Astray, indicaba, de acuerdo con los oficiales, sus subordinados, las personas que definan ocupar las vacantes que se iban produciendo. Ahora, los nuevos oficiales serán nombrados automáticamente en la misma forma en que lo están siendo los demás cuerpos. Hay además signos evidentes de que no tardarán muchos días en haber importantes decretos.
Dícese que el Tercio pasa por alguna crisis.
La larga licencia otorgada al señor Millán Astray, la próxima venida del comandante Franco, que al parecer está también enfermo como su jefe y necesita larga licencia, son síntomas harto graves, juntamente con el de que otros jefes hayan pedido separarse de sus banderas. Como detalle más significativo, puede citarse el homenaje al Tercio que debía tributársele al serle entregada en Madrid la bandera, acto que había preparado el señor Millán Astray, de acuerdo con el Rey, y que ha sido aplazado con visos de no realizarse jamás»

En una de las escasas entrevistas concedidas por Franco en esta época, tras hacer un breve resumen de su estancia en Marruecos («Mis etapas en África suman ocho años de servicio en esas tierras. Debuté en la campaña del once, destinado al regimiento África. Permanecí en la zona Oriental hasta el trece, en que habiendo ingresado en Regulares de Melilla me fui con ellos a la campaña de Tetuán. Aquí ascendí a capitán por la acción de Beni-Salem, y a comandante por la del Biutz»), explicó lo sucedido con cierta claridad:

«[…] allí no hacemos nada. No hay tiros. La guerra se ha convertido en un trabajo como otro cualquiera, sino que más fatigosa. Ahora no se hace más que vegetar. Yo creo que el militar tiene dos épocas. Una de la guerra y otra la del estudio. Yo ya he hecho la primera y ahora quiero estudiar. La guerra era antes más sencilla: se resolvía con un poco de corazón. Pero hoy se ha hecho más compleja, es quizá, la ciencia más difícil de todas»
El periodista anota que ha abandonado África por efecto de la «mediocridad envidiosa», siendo uno de los «caudillos […] que cuando el pánico de la derrota vergonzosa cundía supieron ser fuertes, héroes y españoles». Ferragut exalta que, pese a tener 30 años, «parece aún un niño. Su rostro moreno, sus ojos negros y brillantes, su pelo rizo, cierta cortedad de gesto y de palabra y al sonrisa pronta y franca». Esa era la imagen que llegaba a los lectores sobre el jefe legionario y que contribuía a una cierta mistificación.
Los medios recogen también las noticias sobre los homenajes que le rinden. En enero, en Madrid con presencia de ministros, personalidades y mandos, en el Hotel Palace, se desarrolla uno en el que se expresa la protesta por no habérsele ascendido. Allí, en el homenaje a un comandante, están los generales Cavalcanti, Manzano, Madariaga, Sanjurjo, Dabán, Federico Berenguer y el teniente coronel Millán Astray, junto con el exministro Natalio Rivas, la baronesa de Alcabalí o el político Antonio Goicoecha; además llegarán las adhesiones del ministro de la Guerra, conde de Romanones, del republicano Alejandro Lerroux y del general Leopoldo Saro.  
Es el hombre que declara a la prensa que el peor día de su vida fue: «El de mi despedida, cuando he abrazado a los legionarios antes de embarcar»; quien según Ferragut es «el soldado que ha sido corazón del Tercio, espejo de valientes, guía del éxito y norma de heroísmo», que «no da importancia a lo que ha hecho. Para él, la guerra ha sido un deber que se cumple alegremente, un juego gallardo y fácil que solo se arriesga el corazón». Por todo ello el general Madariaga, en aquel banquete, afirmó:
«Yo os pregunto:
¿Creéis que el comandante Franco merece, por sus relevantes condiciones, que se le conceda el premio a que se ha hecho acreedor?
(Se oyen continuadas voces afirmativas que el orador recoge)
Que se recompense, pues, a todos los que sean hombres como él; pero vamos a empezar reconociendo que el comandante Franco es un hombre excepcional»

En la misma línea, unos días después, en el diario El Debate se publicaba un artículo importante titulado «Postal Militar. El comandante Franco», cuyo autor probablemente fuera el propio Ángel Herrera Oria:
«De haber nacido Franco en otra época sería general. Es comandante: le han dado un banquete (¡oh, Figaro, aún no hemos atinado a honrar a los hombres, sino dándoles de comer!) y le han hecho gentilhombre… Los pecados que otros cometieron, los purgan los Francos de hoy, que, dicho sea en honor del Ejército español, al que tantas pelladas de cineo se han lanzado y se lanzan, la madera  de los héroes aún no se acabado en casa. La que se ha terminado, o está  a punto de terminarse, es la madera de los santos con uniforme […]
Prueba de ello es que esta es la hora que no se ha presentado ningún voluntario para sustituir a Franco […] Y es que se necesita una resignación cristiana muy grande para sacar el pecho afuera a diario, con la única esperanza de verse, más tarde o más temprano, convertido en criba»

Es imposible recrear el rosario de referencias, destaquemos algunas que consideramos significativas: la visita a Alfonso XIII en enero de 1923 al nombrarle gentilhombre de cámara, la muerte en combate del teniente coronel Valenzuela y el aclamado nombramiento de Franco para el mando del Tercio que se recoge en toda la prensa. Franco regresa al Tercio como el «héroe esperado», tal y como aparece en este artículo de El telegrama del Rif (14-7-1923):

«Melilla no puede olvidar nunca la confianza con que confortaron su espíritu en días de amargura las primeras tropas que acudieron en socorro de Annual. Entre ellos se destacó desde el primer momento esa admirable legión de soldados que constituyen el Tercio de Extranjeros, cuya rápida y brillantísima historia son legítimo orgullo del Ejército y de la nación. Al nombre prestigioso de su creador y organizador, Millán Astray, que se hizo acreedor de la gratitud de la patria, le sucedió al mando el heroico coronel Valenzuela, a quien tan reciente está el grandioso homenaje de veneración que rindió Melilla a sus restos mortales, y con extraordinario acierto del Ministro de la Guerra, es nombrado para sustituirle el Teniente Coronel Franco, Jefe de la Primera Bandera, que tan gloriosas y heroicas hazañas realizó bajo su mando en los campos de Yebala y del Rif.
Fija está en la memoria de los que siguieron paso a paso sus gloriosos triunfos, la actuación brillantísima del entones comandante Franco, que cautivó con su valor y su pericia táctica en los campos de batalla, y con su amabilidad, modestia y sencillez en la vida ciudadana, el respeto, el cariño y la admiración de todos. Gustosos reflejamos estos unánimes sentimientos de la opinión general hacia el joven y brillante jefe, y al tornar a Melilla a ponerse al frente de sus bravos legionarios, nos apresuramos a estrechar sus manos con efusión, dándole nuestra más cordial bienvenida»

Es evidente el apoyo mediático que recibe cuando se anuncia su ascenso y el retorno al Tercio. En una olvidada entrevista publicada en La Voz de Asturias, en junio de 1923, se resalta, una vez más, su costumbre de no hablar de hechos propios ya que considera que los méritos son de todos sus hombres. Algo que ya resaltaron los periódicos cuando estaba en Marruecos: «No es posible hacer hablar a Franco de sus acciones de guerra. Su modestia no tiene nada que ver con esos pudores hipócritas del vanidoso que busca insistencia en el halago». Franco desmiente que, como se dice, vaya a reorganizar El Tercio («De ningún modo: hágalo usted así constar»); y explica:

«Los acontecimientos serán los que manden; repito que soy un simple soldado que obedece. Iré a Marruecos, veré como está aquello, trabajaremos con ahínco y en cuanto pueda disponer de un mesesito, a Oviedo volveré para… para realizar lo que ya se daba casi por realizado, lo que el deber, imponiéndose a todos sentimientos, aún los que arraigan en el fondo del alma, me impide ahora realizar [su boda]… Al llamamiento que la Patria nos haga, nosotros solo tenemos una rápida y concisa contestación: ¡Presente!»
También merece espacio el homenaje que se le rinde en Asturias ante su partida en el Real Automóvil Club (El Carbayón, 10-6-1923). Solo falta incorporar, como unos meses después se hará, el relato romántico pero real del soldado que deja esperando a la novia para ir a luchar. Es en la segunda mitad de 1923 cuando se extiende la idea de la importancia que para el triunfo tiene la presencia de Franco al frente del Tercio. Simbólicamente reflejada en los combates para liberar Tifaruin, especialmente cuando los propios defensores rescatados cuentan lo que supuso recibir el lacónico mensaje de «Ya ha llegado Franco de Tetuán» (El Adelanto, 26-8-1923). Y muestra de ello, hasta que acabe la campaña, son las veces en las que la información se reduce a indicar que el jefe de La Legión está en tal sitio o llega a tal otro: «se dice que el teniente coronel Franco, tiene anunciada la llegada a Melilla» (El Día, 1-2-1924). Franco es para no pocos el que salva la sitúa en los momentos difíciles.
De ahí que no extrañe la amplia cobertura mediática que recibe, con breves noticias (en la época son siempre breves porque la mayor parte de los periódicos tienen pocas páginas), no siendo tampoco rara la imagen destacada de Franco en las revistas gráficas (Nuevo Mundo, 14-9-1923). Demuestran esas reducidas notas el valor mediático adquirido, porque se nos informa que: deja el mando unos días para casarse (La Correspondencia de España, 3-10-1923); que ha salido de Ceuta (La Independencia, 11-10-1923); que se espera su llegada a Gijón (11-10-1923); de los regalos de boda de sus legionarios (El Debate, 12-10-1923); de la visita al rey (El Diario de Córdoba, 16-10-1923); de su marcha a Galicia (La prensa, 16-10-1923), incluso se llega a escribir que será allí donde se celebre la boda; de su salida hacia Oviedo (18-10-1923). La Voz de Asturias y otros medios publican con motivo de su enlace un artículo titulado «La boda del teniente coronel Franco». Hay reportajes sobre lo que fue una «boda del año», incluso con fotografías en ABC. Por su parte, El Diario de la Marina (24-10-1923) la definió como la «boda de un héroe»; y El Día de Palencia (24-10-1923), como muchos otros, habló del «sublime y abnegado heroísmo de este jefe-soldado»:
«[…] la aureola de su prestigio es ya inmensa como el amor que aquí le aguarda. Nunca, pues, mejor que ahora podemos decir que la vida de este héroe ha girado en torno del abismo y del amor, ya que desafiando a la muerte que no llegábamos dejábase acariciar por el halago que esa corriente secreta de la vida hace que los valientes olviden la existencia de todo lo que no sea el honor y el amor de las armas con que defienden a su Patria»
Que Franco es importante en África lo revelan datos como su entrevista con el presidente del gobierno, general Primo de Rivera, donde según la prensa le expresó: «interesantes extremos acerca del problema marroquí con relación a los legionarios y para la coordinación de los elementos que deben ejercer predominio en la acción española en el Rif»; reunión celebrada a instancias de Alfonso XIII (La última hora, 19-10-1923). Ya en campaña no serán extrañas las referencias a las conferencias militares de alto grado con presencia del jefe del Tercio.
Como antaño, Franco convoya posiciones bajo el fuego enemigo: «salió para convoyar a Abada y Tacdadut, siendo hostilizado por el enemigo con nutrido fuego de fusilería. Franco, realizó su objetivo», destacando, una vez más, su maniobra envolvente (El Luchador. Diario republicano, 2-10-1924). La capacidad de maniobra de Franco es resaltada en la prensa en las acciones de Dar Acobba:  «Franco, que, como todo buen militar, sabe acudir a la voz del cañón o del susto, cayó sobre la espalda de los moros, después de cumplir la misión que se le había encomendado; los atacó al arma blanca […] el combate duró hasta las cuatro de la tarde» consiguiendo la victoria. Y el periodista anota: «¡Si siempre hubiéramos hecho la guerra así!» (El Debate, 3-10-1924). Por ello, Región (4-10-1924) habla de su «hábil movimiento envolvente». También, otros, refieren su capacidad para mover sus banderas por sorpresa como hace en Kudia Tahar camino de Gorgues (Diario de la Marina, 17-10-1924).
No solo las noticias son bélicas. Así Franco actúa de padrino en el bautizo de un legionario francés que se ha convertido al catolicismo (Correo de la mañana, 3-4-1925); comparece en la entrega de los premios a los legionarios; se refiere su intervención en los actos conmemorativos de la fundación del Tercio; e incluso encontramos el inicio de una tradición que permanecerá durante décadas en los ámbitos legionarios: en un acto a beneficio del Tercio en el teatro de Ceuta, en el escenario, se colocan los retratos de sus 3 jefes: Millán-Astray, Valenzuela y Franco (El Orzán, 24-10-1924).
Nuevamente se repite el apoyo y la cobertura mediática a su ascenso a coronel (El Telegrama del Rif, 1-2-1925); resaltando que Alfonso XIII lo firmará en cuanto vuelva de una cacería en Doñana (La Voz, 28-1-1925)… Un ascenso para la prensa incuestionable como se anota en este artículo titulado «Un ascenso merecido. El coronel Franco»  (El Orzán, 5-2-1925):
«En la sección telefónica de la firma de Guerra, verá el lector, con satisfacción y orgullo, la noticia de haber sido aprobada la propuesta de ascenso en favor del que ya es coronel Franco.
El ascenso, por indiscutibles méritos de guerra, consagra la fama merecida de heroísmo y de talento organizador del sucesor de Millán Astray en el mando de ese admirable cuerpo combatiente que es la Legión, para la cual el coronel Franco ganó tantas jornadas de difícil lucha.
Nos sentimos enorgullecidos de que le hayan sido reconocidos sus méritos, que ya la nación con unánime clamor había proclamado agradecido, a nuestro ilustre conterráneo,  que tan gloriosamente ha ensalzado el nombre de su país con hechos de Guerra inolvidables.
Para él, que fue uno de los más importantes factores en la campaña de África, son con este nuevo y fausto motivo, nuestros parabienes cordiales y efusivos»

Nuevos homenajes como el que a instancias de la prensa se le va a rendir en El Ferrol (La Voz, 3-2-1925). La tónica de la información en los meses siguientes que conducen al desembarco de Alhucemas será similar. Es fácil seguirle en sus visitas de inspección a las unidades o encontrarlo conferenciando en la Alta Comisaría.

Sería reiterativo, por ser de sobra conocido, las veces que se habla de él en las operaciones del desembarco y la pacificación final del territorio: no es extraño la unión a su nombre de los calificativos de «heroico» o «valiente» en las crónicas de la jornada, incluso su fotografía en primera plana (Diario de la Marina, 10-9-1925). O, breves retazos que sintetizan sus acciones al frente de sus hombres: «En la vanguardia de la columna figuraba el coronel Franco, el cual, a la cabeza de los soldados del Tercio, escaló las cumbres con gran bizarría» (La Voz, 10-11-1925). Pero es sin duda en las valoraciones y en los artículos sobre el desembarco, hechos a pie de batalla, donde una vez más se resalta la importancia militar que Franco ha tenido en la acción. Así lo hace en El Debate el enviado especial Ruiz Albéniz (27-9-1925):

«También enunciamos en nuestra crónica telegráfica que la virtualidad del éxito correspondía en buena parte a Franco, el glorioso jefe de la Legión. No regateamos con ello los méritos de nadie, y singularmente los de Sanjurjo, que dirigió el conjunto de la operación; ni los de Saro y Fernández Pérez , que demostraron hasta qué grado de insuperable preparación estaban sus respectivas columnas; ni los de Goded, que con una rapidez inverosímil (dos horas) llevó sus objetivos con una justeza matemática al plan que se le había ordenado ejecutara... Pero el momento grave, el decisivo, el que nos ahorró el que la jornada costara por lo menos triple número de bajas y que quizá acabase el día sin haberse decidido por entero la victoria, ese corrió a cargo de Franco, y lo salvó gracias a sus insuperables dotes de estratega.
Es hora de que se diga ya una verdad que muchos no ignoran, pero que para la mayoría de los españoles es aún desconocida. Se vive en el equívoco de considerar a Franco como un militar de extraordinario arrojo, que resuelve todos los paquetes a fuerza de dar el pecho y arriesgar temerariamente la propia existencia, enardeciendo con ello a las bravas gentes que forman en las banderas de la Legión; esto es un error. Franco no es ni más ni menos valiente, con un valor personal que significa desprecio de la existencia, que otros muchos jefes de unidad de los que aquí conquistaron justa fama de intrépidos; no creo que él mismo, en este aspecto, se crea superior a nadie. El mérito de Franco no está en eso: está en que es un jefe de fuerzas que jamás fía nada a la improvisación o al arranque valeroso propio o de las fuerzas que le siguen, sino que procura llevarlo todo previsto y calculado; calculado, sobre todo, lo adverso, lo incidental, lo objetivo, que suele ser precisamente donde está la clave de los grandes triunfos y las grandes victorias.
El que esto escribe ocho horas antes de comenzar la operación de Malmusi oyó cómo Franco a sus tenientes coroneles y a sus comandantes y capitanes les daba una conferencia ante las panorámicas del terreno a operar, fijándose y haciendo fijar a sus oyentes la atención en las características del terreno para ver la forma mejor de adaptar el avance a sus condiciones, restando al enemigo las posibilidades de apoyarse en las ventajas de su situación dominante. El que esto escribe puede dar fe de cómo Franco había previsto que antes de coronar el Malmusi habría de producirse un flujo y reflujo en las unidades de extrema vanguardia, y oyó cómo dictaba reglas de conducta a los suyos para obviar los riesgos de estos previstos incidentes y hacerlos abortar inmediatamente y sin mayores bajas que las propias de una calculada fluctuación en el avance. Eso precisamente; él tenía estudiado el terreno, había hecho el estudio de la adaptación a él, y no había querido optar por la tremenda en cuanto el incidente previsto se produjo, sino, por el contrario, había requerido la preparación artillera y había, entre tanto, maniobrado para disminuir el sacrificio de sangre de sus soldados en el asalto final. Esa fue la labor del éxito alcanzado. Si Franco hubiera querido tomar el Malmusi como otros generales españoles se empeñaron en conquistar el Gurugú, por ejemplo, probablemente a estas horas continuaría aún indecisa la gran victoria que en poco más de dos horas se logró el día 22.
Y... es, lector, que Franco, de capitán, de comandante, de coronel, y por decir estamos que de cadete, era, es y será de la madera de los grandes generales, de un general a la moderna, de los que saben dar al valor del soldado su verdadero punto, y por ello obtiene los mejores rendimientos de sus tropas. De esas tropas que desde lo alto del Malmusi gritaban, a las once de la mañana del glorioso día 23, en el momento en que el enemigo se hacía matar en las trincheras y se clavaba la bandera española en la cúspide de la montaña: «¡Viva el general Franco!»
Lo gritaron los de la Legión; pero a los gritos y si cabe con más entusiasmo que los propios terciarios, se unieron como un solo hombre Sanjurjo, Saro (éste con los ojos brillantes por la emoción; lo vi yo, lector), los jefes de las mehallas, los de Regulares y de las barcas y de los cazadores, artilleros, ingenieros; hasta los mismos heridos, que al pie de la cresta pugnaban por llegar a él para, antes de morir, aclamar al jefe inteligente y valeroso capaz de tan gran victoria».

Tras el desembarco y las últimas operaciones las noticias vuelven a la rutina, pero es de destacar cómo, pese a su aparente nimiedad, se reproducen en cualquier periódico. Así, por ejemplo, el Diario de Almería (1-11-1925) nos informa de la «visita de inspección a las posiciones del frente entre los cuernos de Xauen y Monte de Palomas». Siguen siendo noticia los desplazamientos de Franco, como que el coronel y su esposa lleguen a Madrid (El Debate, 10-2-1926), esperándole en la estación «numerosos militares pertenecientes al Tercio y viejos amigos» (La Voz, 10-12-1925). Es posible seguir su presencia al frente de sus legionarios en el tramo final de la campaña trasladándose a Axdir (Diario de la Marina, 2-12-1925). También una nueva audiencia con Alfonso XIII, en la que le explicará la situación con la victoria asegurada. Al salir dirá a la prensa con aire triunfal:  «Por allí todo marcha bien, como siempre» (La Voz, 11-12-1925).

Pero quizás sea la exhibición en los cines de la película documental «España y Francia en Marruecos y toma de Alhucemas por las tropas españolas», la que nos sitúe mejor la posición del jefe del Tercio, y, por tanto, el peso que La Legión ha tenido en la campaña, pues en su reclamo publicitario se explicaba que en la misma «figuran los caudillos generales Primo de Rivera, Sanjurjo, Despujols y el heroico coronel Franco». Las reiteraciones sobre lo que representa como militar son habituales. Así por ejemplo, Cherif-el-Madini, enviado del diario El Liberal para realizar una visita al campamento de Dar Riffien, anota: «Me ha recibido el coronel Franco, con el que me une una antigua y estrecha amistad. Por eso soy parco en el elogio, y además, Franco no lo necesita. De todos son conocidas sus excepcionales dotes de mando, su valor sereno, su mentalidad elevadísima» (El Liberal, 2-9-1925).
Probablemente la unanimidad en el tratamiento no fuera absoluta pero sí muy mayoritaria, aunque no hemos encontrado referencias críticas a Franco, como comandante o jefe del Tercio, en los numerosos periódicos consultados o anotados en la abundante bibliografía existente. Las voces críticas eran contra la guerra de Marruecos y nuestro objeto de estudio, volviendo al inicio de este artículo, era resumir y relatar cuál fue la imagen transmitida durante la guerra desde la prensa española sobre este legionario que dejaría el mando del Tercio al alcanzar, por méritos de guerra, el empleo de general.
 

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