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Diario YA


 

Del Sahara (XII)

La política diabólica: El Majzen

Luis de Carlos Calderón. La palabra diablo es rica en significados malignos, derivados de su etimología: calumniador o acusador, adversario o enemigo, “el que divide”. Muchas políticas desarrolladas en numerosas naciones podrían calificarse como diabólicas pues las mismas pueden incluirse, perfectamente, como manifestaciones de los citados significados. Los dirigentes españoles, expertos en dividir, no van a la zaga de lo peor de los extranjeros y, curiosamente, suelen tener unos y otros entre sí buenas relaciones. Pero si, en la continuidad de una forma de entender la política como una constante malévola, buscásemos una clase gobernante que, en décadas, no tuviese un atisbo de bondad nos toparíamos con el Majzen: el mal sin mezcla de bien alguno, especialmente en lo que respecta al Sahara.

¿Qué es el Majzen? Muchos lectores desconocerán su existencia, incluso puede ser imperceptible para observadores más avezados en el estudio de la política de otras naciones. Sin embargo, la pasiva sociedad marroquí lo va asumiendo como una institución sin recambio posible. El término lo referimos a dos significados: a la élite dirigente de Marruecos, un número muy limitado de personas y familias jerarquizadas, que constituye el poder fáctico y, al mismo tiempo, a un modo de gobernar violentamente represivo, absolutista, y arbitrario, opuesto a un Estado de Derecho pues impide el funcionamiento efectivo de sus instituciones. Como sistema de gobierno se inicia a partir del siglo XI con los Almorávides y los Almohades. En su evolución se va perfeccionando con el paso por la historia de los Merinidas, los Saadíes y Alauitas hasta que el Majzen se forja como un sistema de poder centralizado con un sultán, visires, ejército, una burocracia y paniaguados que representan a la autoridad en los diversos niveles de la sociedad. Toda una casta que siguió actuando durante el Protectorado, francés y español, y después de la Independencia, siendo, en la actualidad, una realidad que identifica al poder en todas sus manifestaciones: central, gubernamental, administrativo, judicial, policíaco, etc. El sistema concebido por el Majzen es una construcción en la cual el pueblo no desempeña, activamente,  papel alguno. Si, en la casi totalidad de los países los políticos están para servirse y aprovecharse de las ventajas que proporciona la cercanía al que manda, en este caso el sistema lo propicia. No existe progreso en la política marroquí porque se ha paralizado, como si el tiempo se hubiera detenido, en esa forma de gobernar.

Esta política diabólica se basa en la manipulación, en la mentira y si, fuese necesario, en cualquier actuación delictiva o inmoral, sin que el lector deba realizar ninguna restricción mental en su imaginación: todo lo malo es posible. Y lo que en el interior de Marruecos se padece, se proyecta, con recrudecimiento, sobre el Sahara invadido y sobre el pueblo saharaui allá donde llegue el rabo o los cuernos del Majzen que, por otra parte, también, ha hecho sufrir a la propia España el incumplimiento de acuerdos, la burla constante, pero sarna con gusto…

Por lo expuesto, queda claro que negociar con los hijos del padre de la mentira, es complicado: las promesas se pueden incumplir, los acuerdos obstaculizar,… La palabra en el Majzen no tiene otro valor que ser un arma más, que, utilizada como veneno, se inocula hasta en los amigos del Sahara. La palabra utilizada para acusar, calumniar y dividir es un arma poderosa. En este sentido, el proceso ha sido sencillo, y conseguir que, en el resto del mundo, se escriba y se hable según los términos queridos por el Majzen es uno de sus éxitos más notables, pues tras la palabra hay un pensamiento. Examinemos unos pocos ejemplos
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1.- Delito – Derecho: Lo que se inició como un delito internacional con la invasión del Sahara, que fue condenado pero no penalizado como debía haber sido, queda subsanado por un llamamiento a un acuerdo de las partes ya equiparadas, Marruecos y Frente Polisario. Esta nueva situación implica que hay derechos en conflicto, luego hay un derecho para Marruecos. Es el mismo proceso seguido, por ejemplo, en el aborto: delito – despenalización – derecho. Sin embargo, que sea una parte en el conflicto no significa que no sea el culpable del mismo. En justicia, el llamamiento debería ser hecho al Sultanato marroquí para que cumpla con el Derecho Internacional pues es él el que realiza una flagrante ilegalidad. Es como si en España, lo que se hace desgraciadamente, se pusiera a un mismo nivel a los terroristas y a sus víctimas y se realizara un llamamiento a ambas partes, para dialogar, sin mayor matiz.
2.- Represión – Terrorismo. Trasladar la atención de los observadores y de la opinión pública internacional sobre una represión cruenta demostrada, causada por el Majzen contra los DDHH de los saharauis, a la acusación fantasma al inocente con la calumnia (recordar significado de diablo): peligrosos para la seguridad nacional, implicados en terrorismo internacional, sin necesidad de onus probandi o carga de la prueba.
3.- Independencia – Autonomía. De un referéndum de autodeterminación  en el que habría que haber decidido sobre la independencia o no del Sahara con respecto a España, se pasa a un referéndum sobre una hipotética autonomía con respecto a Marruecos. Con el juego de palabras, primero se admite el derecho de un gobierno a invadir una nación extranjera. Se impone una ilegalidad al aparecer Marruecos en la pregunta del referéndum y, segundo, aparece la autonomía como única opción o como opción ganadora, una vez falsificado el censo con la inclusión de decenas de miles de marroquíes. Con esta iniciativa, el Majzen propone: yo te robo todo lo tuyo, luego tú reconoces que es mío y, entonces, con toda generosidad, te ofrezco que lo uses con los beneficios para mí.
En definitiva, con la sobreposición de unas palabras sobre otras o con la variación de su contenido, se pretende conseguir que se generalicen expresiones que den la sensación de que la otra parte, la saharaui, carece de valor objetivo. Así también, la parición repetida de términos descalificadores como la “autoproclamada” o “fantasma” RASD, etc.  

Alguien se podrá preguntar, pero ¿puede existir tanta maldad? A los hechos me remito. Un pueblo, niños, mujeres y ancianos, en medio de un desierto 35 años pasando calamidades que parecen no tener fin y el Majzen comiendo con gula lo que pertenece al que contempla con hambre el destino de sus bienes. Miembros de una misma familia separados (diablo “el que divide”), unos en el exilio otros bajo la ocupación. En 35 años, ¿han visto al ladrón dar siquiera las migajas que al suelo caen de su mesa? Ni el fruto de las riquezas robadas, ni una salida al mar para que sobrevivan en mejores condiciones hasta la celebración del Referéndum. ¿Quién, si no es por una política diabólica, podría soportar en su conciencia tanto sufrimiento del prójimo a cambio de la vanagloria del que se cree divino siendo diablo?
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