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Diario YA


 

Puigdemont y su camarilla representan el más puro fascismo totalitario

Miguel Massanet Bosch.

Puigdemont ha conseguido hacerse, desde la distancia de su exilio forzoso como prófugo de la Justicia, con el control de lo que fue la antigua Convergencia y de su sucesora, el PDEcat, desbancando de sus puestos a aquellos que intentaban mantener a esta última formación fuera del alcance de “Crida per la Republique Catalana”.  

Cuando uno ha vivido muchos años en Cataluña se va acostumbrando a escuchar determinadas expresiones, que se suelen utilizar frecuentemente entre los catalanes, algunas de ellas que tienen un significado ofensivo y que son consideradas como uno de los peores insultos que se le pueden dirigir a cualquier persona. Uno de ellas, sin duda, es la palabra “feixiste” o lo que significa lo mismo en castellano: “fascista”. Otra cuestión sería si se les preguntase por el verdadero significado del vocablo  que, con toda seguridad, no sería coincidente en todos los que fueran interrogados al respeto. Para unos, sería equivalente a “franquista” o lo que es lo mismo partidario del general Franco; otros lo identificarían con el fascismo italiano o los nazi  alemanes, partidarios del führer alemán Adolf Hitler,  jefe supremo de las  NSDAP que, más tarde, fue sustituida por la temible SS (Schutzstaffel) que, en realidad, fueron el equivalente alemán del “fascio” italiano, dirigido por Benito Musolini; conocidos como los “nazis” o, lo que es lo mismo, el partido nacional socialista alemán.

Resulta cómico, cuando en Cataluña se sorprenden del “nacionalismo español” o se burlan de los signos que representan a la patria o al Jefe del Estado cuando, ellos mismos, son la expresión elevada a la enésima potencia del nacionalismo intransigente, de la veneración por sus banderas y de la repulsa hacia todo aquello que no sea una manifestación del idioma, la cultura, la industria, las costumbres o las tradiciones propias del pueblo catalán. Han sido manipulados de tal manera por sus líderes independentistas que, cualquiera que se atreva a poner en duda sus orígenes de un reino independiente, se convierte inmediatamente en una persona indeseable. Su tradición basada en la celebración de la derrota de Casanova, en el 11 de Septiembre del 1714, por las tropas de Felipe V, se conmemora como un gran hito del catalanismo cuando, en realidad, debiera ser una efeméride nefasta para todos los catalanistas, porque allí perdieron definitivamente su batalla a favor de los Austrias y, de paso de aspirar a ser una nación independiente.

Veamos algunas de las características del fascismo y comparémoslas con las ideas y los procedimientos usados por los separatistas catalanistas:

Totalitarismo: En el fascismo, el Estado está presente en todos los aspectos de la vida de la gente, sin dejar abierto ningún canal para que puedan escucharse voces disidentes. La ideología todo lo penetra: el trabajo, la escuela, la juventud, los medios de comunicación, etc.

Autoritarismo: En el fascismo no existe espacio alguno para el disenso; el funcionamiento social se sustenta en una rígida disciplina y un apego total a las cadenas de mando. La insubordinación era castigada con dureza.

Propaganda desmedida: La radio y la prensa han significado mucho durante los regímenes fascistas, ya que actuaron como instrumentos de propaganda masiva para difundir los ideales y los supuestos logros, dejando cerrado todo acceso a opiniones diferentes.

Nacionalismo: el concepto de nación es enaltecido en el fascismo, el cual da un valor supremo a la unidad nacional.

Racismo: A partir de ciertas fuentes mitológicas y literarias, el fascismo nazi instaló la aberrante idea de una desigualdad de las razas. En ese contexto ubicaron a la raza aria como “la raza superior”,  y por debajo de ella a las demás etnias integradas por seres inferiores, como gitanos y judíos. Esta ideología dio lugar a algo que avergüenza a la humanidad en su conjunto: el holocausto.

Personalismo: la historia demuestra claramente que los gobiernos fascistas siempre se organizaron en torno a la figura de un jefe o caudillo, que partiendo de cierto carisma, supo ir construyendo toda una estructura jerárquica en la que él ocupa la posición central, erigiéndose en la única voz autorizada, la del líder, y quienes lo rodean sostienen esa imagen mediante el culto a la personalidad, que trasciende y llega a toda la población.

Evidentemente que no se trata de todas las características del fascismo o del comunismo, no olvidemos que “polos opuestos se atraen”, pero es evidente que muchos de los separatistas vascos o catalanes se reconocerían perfectamente en las distintas características que se han citado anteriormente, que forman parte del ideario fascista y que encajan a la perfección en el arquetipo del dirigente separatistas catalán con el que es muy fácil identificar a personajes como el propio Puigdemont y otros de los que o permanecen presos en las prisiones del Estado o siguen en libertad. intentando encontrar los medios para rebelarse contra el orden establecido a la primera ocasión que se les presente.

Evidentemente, como pretenden los separatistas, calificando al nuevo presidente del PP, señor Pablo Casado, de “ultraderechista”, no se trata más que de una pueril demostración de la dificultad de todos estos terroristas cuando se trata de informar o emitir propaganda, cuando se encuentran ante el reto de calificar, de forma que les sea favorable a sus intereses, a sus rivales políticos y, lo poco que se conocen a sí mismos cuando llega el momento de tomar conciencia de sus propios objetivos. La forma impropia con la que usan el lenguaje y la ligereza con la que aplican calificativos a sus “enemigos” les hace que cometan torpezas como la indicada, cuando el nuevo presidente de los populares contrariamente a su desacertada imputación, es una persona que ha sido elegido democráticamente por las bases del partido y, en segunda ronda, por los compromisarios. Todo ello dentro de la más estricta legalidad y limpieza. Algo que algunos de los dirigentes actuales de formaciones de izquierdas no está tan claro que se haya producido con la misma limpieza y garantías de libertad de voto.

Lo que, los interesados en desprestigiar al señor Casado pretenden es describir, aquello que únicamente se trata de conseguir devolver al PP a sus valores y principios originales  -retornando al camino del centro derecha del que nunca debieron de apartarse para incursionar por derroteros incorrectos que no han conducido a la formación del señor Fraga más que al desconcierto, el desánimo, la desesperanza, el descontento y, finalmente, el abandono para intentar encontrar apoyo a las ideas conservadoras de la gran mayoría de sus simpatizantes, en otras formaciones lo que ha significado la gran diáspora que ha llevado al PP a la situación actual en la que se encuentra con más de cinco millones de votantes perdidos – en lo que, para ellos significa que se van a mantener, desde ahora, los pronunciamientos propios de un partido de derechas.

O así es como, señores, desde la óptica de un ciudadano de a pie, creemos que lo que están temiendo todos estos que han comenzado a atacar por todos los medios al nuevo presidente del PP, el señor Casado, es el hecho evidente de que va a haber, Dios mediante, un retorno de un gran número de los que abandonaron el partido por estar disgustados con sus directivos, contentos de poder regresar a su “hogar”, un lugar que no habían encontrado en los refugios temporales en los que se habían cobijado. Es obvio que esta posibilidad no es del agrado del PSOE ni de Ciudadanos y preocupa seriamente que la beligerancia que anuncia el nuevo presidente, en contraste con la tradicional abulia del señor Rajoy, va a poner en mayores apuros a una izquierda que se ha estado valiendo de la debilidad de la directiva del PP para cargar las críticas en su contra. Ahora tenemos la esperanza que, olvidándonos de los responsables directos e indirectos, de la corrupción que ha tenido lugar durante los años pasados, el nuevo equipo pueda ejercer su trabajo sin necesidad de mantenerse continuamente a la defensiva.
 

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