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Diario YA


 

¿De quien es la culpa de que la población española esté ayuna de formación política?

Fernando el Católico y el referéndum en Cataluña

Eduardo de Prado Alvarez. Estoy leyendo una biografía del rey Fernando el Católico,  el que habiendo nacido en Sos del Rey Católico (Aragón) era conocido  y apelado  por  la Nobleza  de Castilla, en los últimos años de su vida, fallecida  ya la Reina Isabel,   como ”ese viejo y rígido catalán” (sic).

 Es curioso e impresionante contemplar la clarividencia de la Reina Isabel en su Testamento,  dejando  a su esposo Fernando el Gobierno de Castilla (era rey de Aragón, recordemos) pese a que la reina heredera era su hija Juana y el rey consorte su esposo Felipe el Hermoso. Fernando gobernaba,  pero quien reinaba en Castilla era Juana y su consorte Felipe el Hermoso, siendo menor el príncipe Carlos.

Los años de 1504 a 1516 en que murió Fernando fueron  decisivos en la culminación de su obra: El Estado y el Imperio Español. Juana y Felipe el Hermoso reinaban pero no gobernaban Castilla. Lo hacía el padre y suegro de ambos.

 Al principio,  los nobles de  Castilla, muerta ya Isabel,  hicieron el vacío a Fernando, pues  conspiraban  a favor de Juana y sobre todo de Felipe, bien trabajados  por éste y  por su padre el emperador. Y viceversa.

 Fernando, en minoría,  se alejo de Castilla y se fue a resolver los asuntos  pendientes  en Aragón  y sobre todo en Nápoles (Italia).

A los  cuatro meses, al medio año,  la nobleza castellana ya se había unido al pueblo  de Castilla añorando y pidiendo la vuelta de Fernando, ‘el anciano y rígido catalán”, rendidos a su memoria, máxime después de que  Felipe el Hermoso falleció inesperadamente para su edad. Fernando se lo hizo desear,  demorando voluntariamente  su regreso a España y a Castilla.

Dicen que Fernando se ocupaba hasta de los más nimios detalles del gobierno de Castilla y del Reino de Aragón.

 Estos  días,  oigo a la gente sencilla del pueblo en Cataluña, gente humilde, del pueblo no muy culto, sin mucha sabiduría en ciencia política  ni en derecho constitucional,  afirmar: “no comprendo  cómo es que no nos dejan hacer algo tan normal como  es votar (el 9-N) en Cataluña”.

 Lo piensan y lo dicen de buena fe.

 Y me viene  a la mente la figura política Fernando el Católico.

 Y me pregunto: ¿De quien  es la culpa de que la población  española esté ayuna de formación política,  de temas constitucionales, desconozca la Constitucion  y hasta lo más elemental  de  la legislación que nos rige? ¿De que sea pasto y víctima fácil de la demagogia, del populismo y la sinrazón de gentes sin escrúpulos?

 La pasividad en todo esto, raya en lo delictivo por parte  de las instituciones centrales del Estado Español.

 ¿De quien es la culpa de que el Estado no exponga sus razones?

 No diré que  del rey Juan Carlos I,  ni del Rey Felipe VI que reinan pero no gobiernan.

 El  culpable  es el Gobierno de España,  los sucesivos gobiernos de España: Adolfo Suárez, Felipe González, José María Aznar, José Luis Rodríguez  Zapatero y ahora Mariano Rajoy. Y sus partidos,  por lo visto corruptos y enfangados hasta las cejas. Dicen…

No puede ser que  los niños de España no estudien a fondo el contenido de la Constitución  española, para saber bien qué es la Carta Magna y que derechos y deberes se derivan de ella. Y cuales no.

No puede ser que las razones de España no se expongan con decisión y firmeza.

 Muchos políticos,  por lo visto,  han preferido hacer fortuna, hacer dinero, amasar pesetas y euros,  antes que servir a la Nación.

 Las torpezas de  España, del Estado, pero sobre todo del Gobierno de la Nación  han sido enormes,  en estos años,  desde 1978.

 
¡Qué falta de  estadistas!

¡Qué  falta de gobernantes!

¡Que falta de talla política!

 Cuanta falta nos  hacen  gentes de Estado que al menos llegasen  a la altura y talla política, a  la cintura, al menos,   de un hombre  como Fernando el Católico ;  me refiero  a cuando fue Jefe del Gobierno, Gobernador de Castilla y sus regiones (a la vez que era Rey de Aragón y las suyas) entre 1504 y 1516.

 Así nos va, así le  va a esta pobre y desventurada España,  por desgracia.

 

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