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El centenario del nacimiento de un Papa santo, San Juan Pablo II

José Luis Orella
El 16 de octubre de 1978 el mundo se sorprendía con la proclamación de un Papa no italiano, desde el neerlandes Adriano de Utrecht, preceptor de nuestro Carlos V, ningún otro había llegado a sentarse en la silla de Pedro.  Karol Wojtyła adoptaba el nombre de Juan Pablo II, para terminar con el trabajo inconcluso del papa Luciani.


La elección del Papa Juan Pablo II dio voz a una Iglesia del Silencio que descubría el telón comunista, y dejaba ver martirios, persecuciones, degradaciones y traiciones. El cardenal Wyszynski invitó al Papa a su patria y recibió la visita papal en Polonia en 1979. Fue la primera visita de un Papa a un país del orbe comunista. Su visita oficial en junio de 1979, unificó a la nación en torno a unos principios ligados con la dignidad humana. Juan Pablo II les habló en su homilía de Varsovia, de historia y cultura, de cómo en 1944 fueron abandonados por los aliados y aplastados por los nazis que devastaron la ciudad, pero en aquellas ruinas quedó la estatura de Cristo llevando la cruz. Polonia descubría a través de sus palabras su identidad y aquella visita tendría consecuencias. El fallecimiento en 1981 del cardenal primado trasladó el liderazgo moral de la Iglesia en Polonia al joven Papa eslavo.
La aportación del Papa Juan Pablo II a la caída del comunismo y a la restauración de las libertades en los países de la Europa del este será determinante. Durante los 27 años de su pontificado, la Iglesia Católica se visualizó de una manera enorme, siendo nombrado en 1994 la persona más influyente del mundo por la revista Time. El pontífice polaco llegará a visitar 127 países y duplicará las relaciones diplomáticas existentes, llegando a 173 países. Su perfil lingüístico, llegará hablar diez idiomas, entender cuatro más y con conocimiento de otras cuatro, le permitirá una gran cercanía con los fieles. Su carisma con los jóvenes le pondrá en contacto con los problemas reales de aquella generación, desde la concepción de la persona humana, el amor y el sexo y la relación del trabajo con la dignidad humana. Su protagonismo será determinante en el hundimiento del comunismo, sin que aquello significase un reconocimiento favorable del capitalismo liberal, al que siempre criticará, por la defensa de la dignidad de la persona humana.
Aquel Papa que nació un 18 de mayo de 1920 como Karol Wojtyla, nació en una Polonia recién recuperada su soberanía nacional, viviendo un intenso patriotismo que lo haría compatible con la universalidad de la Iglesia Católica, la Iglesia del Amor. Su libro Memoria e Identidad es uno de los libros más claros donde explica el amor profundo por su tierra polaca, sin desmerecer de  su entrega al resto de la humanidad. Su vida fue dura, viviendo desde joven la pérdida de sus seres más queridos, y quedando sólo muy joven. El joven Wojtyla sobrevivió de obrero manual, fue resistente a través de la divulgación clandestina teatral de la obra clásica polaca, que estaba penada con la muerte, seminarista y como sacerdote, conoció la vida parroquial y la académica de docente en la Universidad Católica de Lublin. Aquel joven vivió los duros años del “imperio de los mil años” del III Reich y del “paraíso comunista” que erradicaría la pobreza y la cristiandad. Sin embargo fue un hombre con Fe, confió en Dios y supo cumplir con su obligación, recuperando el alma de una nación fracturada. Ahora Polonia lo quiere como el gran restaurador de su país, el polaco más internacional de los tiempos, y los demás como el Papa que a través de su entrega y sus viajes, permitió la reevangelización del nuevo Milenio y restaurar los cimientos de una Cristiandad atacada en sus bases más firmes, la familia, la juventud, la vida y el trabajo.

 

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